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Escribir poesía es “un acto de fe en la palabra”, dice Reynaldo Sietecase, mientras en paralelo, la Electricidad de Gustavo Yuste se erige como un templo para tanta fe depositada en el verso nuevo. La palabra aquí es precisa como la arquitectura de las catedrales y al mismo tiempo modesta como los altarcitos en las casas de las personas que ya no reciben visitas. En Electricidad, el aspecto religioso se cuela en la poesía como el capricho por explicar el mundo con ficción y en ese afán, retuerce sílabas, fabrica decires, deshace palabras, doctrinas y doctorados y se recuesta exhausta en los márgenes de la literatura a contemplar el caos que ha provocado.
La vida es eso que pasa, dice Yuste, mientras medimos la distancia exacta para no extrañarnos ni lastimarnos, y agrego: la vida es eso que pasa solamente en la poesía. El resto es holográfico. La poesía es saber que la estrella está muerta y aún así levantar los ojos al cielo. La poesía es el antídoto para nuestra propia peste.
Juan Solá, en el prólogo
Tamaño: 13 x 19 cm / Año 2020 / Págs. 112
Electricidad - Gustavo Yuste
Escribir poesía es “un acto de fe en la palabra”, dice Reynaldo Sietecase, mientras en paralelo, la Electricidad de Gustavo Yuste se erige como un templo para tanta fe depositada en el verso nuevo. La palabra aquí es precisa como la arquitectura de las catedrales y al mismo tiempo modesta como los altarcitos en las casas de las personas que ya no reciben visitas. En Electricidad, el aspecto religioso se cuela en la poesía como el capricho por explicar el mundo con ficción y en ese afán, retuerce sílabas, fabrica decires, deshace palabras, doctrinas y doctorados y se recuesta exhausta en los márgenes de la literatura a contemplar el caos que ha provocado.
La vida es eso que pasa, dice Yuste, mientras medimos la distancia exacta para no extrañarnos ni lastimarnos, y agrego: la vida es eso que pasa solamente en la poesía. El resto es holográfico. La poesía es saber que la estrella está muerta y aún así levantar los ojos al cielo. La poesía es el antídoto para nuestra propia peste.
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